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¿Cómo podrá un ave sacar de un pozo a un elefante?

  Había intentado todo con tal de sacar a su amigo, le había hablado, gritado, había ingenuamente intentado empujarlo, jalarlo, pero todo había sido en vano, no había podido mover ni una sola de sus gigantescas patas (solo la trompa y la cola se le movían), ya casi en su desesperación por liberarlo, se le ocurrió una locura, se puso delante de sus ojos, y empezó a volar enfrente de él, y los ojos se le empezaron a mover, después voló más fuerte, y rápido regresaba. Veía que su amigo, se entusiasmaba y se esforzaba férreamente por escapar. Después de todo el día de ayudarlo, soportando el peso del sol y el calor, extenuado y casi por caer la noche, el ave emprendió una vez más el vuelo, el último, tan alto y tan rápido como pudo, hasta hacerse...

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El Dios campesino

  Estaba una vez el Dios campesino sembrando con mucha ilusión y a manos llenas las semillas. Una de ellas cayó en uno de los surcos de la tierra. Y se sintió muy cómoda, calientita, arropada, cobijada, pero muy pronto, sin moverse se sintió morir. Había en ella una fuerza interior inmensa, un deseo irrefrenable de vida, que la impulsaba impetuosamente. Otras no tuvieron tanta suerte, cayeron a lo largo del camino, se las llevó el viento, fueron pisadas, o algunas aves se las comieron. Por lo que venciéndose a sí misma, quebró su caparazón de confort, y salió a vivir. Inmediatamente se dio cuenta de la dureza del surco, y que había grandes piedras y espinas, que parecían murallas infranqueables. Sintió temor y deseos de regresarse, pero no podía detenerse, el germen poderoso de vida que llevaba en...

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La vida se defiende con valentía.

                    Que pueda sanar el alma, de asperezas y quemaduras. Besando con dulzura y calma  sus impaciencias y amarguras. Muerte del alma es la apatía, el vacío, el fastidio y la desolación. Hace falta levantarse con alegría, con coraje, lucha y determinación. Que salga de esos días inhiestos, donde todo sabe a dolor y amargura. Que cambie el rencor por besos, y transforme la maldad en hermosura. Que recupere en fin, el alma su lozanía, y dejé atrás el vacío y la perdición. La vida se defiende con valentía, con coraje, con fuerza y con pasión. +Alfonso G. Miranda Guardiola...

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A tono con el mundial !

              El seminarista todo alegre, sotana encima, corría con el balón pegado a la barda de la sacristía, pero repetidas veces equivocaba el pase, en el futbolito que jugaba con los monaguillos en el patio, entre la casa parroquial y la sacristía de la Iglesia, pero el niño, al ver que el seminarista no daba una, ni le daba el pase, y ni siquiera metía gol, todo enojado exclama: ¡Qué mal juegan los seminaristas, yo no sé que tanto hacen en el seminario! (Hecho real acaecido en la parroquia Santa Elena de Zuazua, N.L., hace ya muchos años (1997) siendo yo seminarista; claro está que yo no fallaba los goles, por supuesto!). Cada 4 años, sin falta, 😉 publico esta historia! + Alfonso Miranda Guardiola...

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Como los perritos del Evangelio…

(En ese instante y en ese momento, se plantó la semilla). Corría el mes de septiembre de 1996. Habíamos recorrido toda la ciudad de México en busca de algún grupo de divorciados vueltos a casar (DVC), para iniciar nuestro apostolado y trabajo final de 4º de Teología. Hasta que finalmente dimos con la parroquia de San Felipe de Jesús, por metro Observatorio, donde nos habían dicho que había parejas en esta situación, y comenzamos a buscarlas, a dar avisos en las misas, entregar volantes, visitar casas, y nada, ninguna pareja venía, y así pasaron 4 semanas, y nuestro semestre corría, y teníamos que avanzar, y nos dijimos Manuel Raúl y yo, ambos seminaristas, vamos a venir una vez más, si llega alguien, qué bueno, le seguimos, y si no, nos vamos… Y a la semana siguiente… Durante ese tiempo...

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¿Quien será el nuevo jefe?

Era ya viejo el jefe de la tribu, habían pasado ya los años en que guerreaba y defendía a su pueblo. Ahora estaba muy cansado y enfermo, más aún le quedaba un verano, para elegir al nuevo jefe de su pueblo. Por lo que convocó a los jóvenes más aptos y más fuertes, para cubrir este puesto. Tres fueron los escogidos, idóneos y talentosos, aunque sólo uno de ellos, ocuparía su lugar. El anciano jefe, les dijo, vayan a la alta montaña, donde nadie jamás ha ido, y cuando encuentren el tesoro más grande que deslumbre su corazón, bajen y tráiganlo inmediatamente. Pronto los tres jóvenes emprendieron la partida, todo el pueblo esperaba ansioso su venida. Al cabo de una semana de travesía, el primero regresó, pensando, con esto no sólo seré el jefe, sino el rey de mi...

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