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Vaya manera de echarse a todos a la bolsa después de empezar con una desventaja.

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Como de costumbre, se me había hecho tarde, y tenía que irme corriendo a Cintermex, a la conferencia que el señor Arzobispo, Don Rogelio Cabrera López, daría en el V Encuentro Mundial de Valores.

Le dije a Juanito, córrele, échame un raid, que se me hace tarde. Y que nos vamos disparados, volándonos alguno que otro semáforo, pero al fin llegamos. Era el viernes 18 de octubre del 2013, bajo un clima europeo en Monterrey, nublado, algo de frío, y cayendo ligeras gotas de lluvia.

Faltaban 5 minutos para que empezara cuando Juan me dejó en la entrada principal de Cintermex. Ya para entrar al edificio, que me doy cuenta que no hay nada del V Encuentro, pues ahí estaban las pancartas tamaño panorámico que decían, una, Expo tu boda, y la otra, la Feria del libro, pero nada de valores, pues ¿dónde estaba, dónde dijeron que era?

Evidentemente me había equivocado, y córrele otra vez, mientras le hablaba a Juanito, buscaba a toda prisa, donde sería la Conferencia. Era en el auditorio Banamex, justo en el polo opuesto del parque fundidora.

Hecho bala, regresa Juanito en mi coche, y como un bólido, damos la vuelta al enorme parque, y me deja justo en frente del lago artificial, que cruzo velozmente, hasta llegar al auditorio.

Llego a la entrada principal, y me digo: oh oh! y ahora, ¿cómo voy a entrar si no traigo boleto? Mmmh, bueno, compraré uno en la taquilla, total, ¿cuánto pueden costar? Ya habían pasado 15 minutos.

-¿Dónde está la taquilla? -Pregunto. -A la vuelta del teatro, – me dicen, – pues córrele otra vez. Total que llego y digo: me da un boleto por favor. – Aquí tiene, -¿Cuánto es? – Mil pesos, -¿Cuánto? – mil, – ¿y porqué tanto? – y ese es para un día, tengo de dos mil y de tres mil, para dos o tres días, – pero, ¿si yo voy a entrar nada más media hora? – pues lo siento, no tengo otros. – Y que me retiro, ufano, de ahí, ¿Y ahora cómo le voy a hacer? Y qué empiezo a hablarle a un padre y a un seminarista que ya estaban adentro, ayúdenme, consigan a alguien que me dejé entrar, no sean ingratos.

– Espéranos tantito, – me dijeron… Y después de un minuto, me hablan, – que te vayas a la puerta 8, ahí te dejarán pasar. – Raudo y veloz llego, y por fin, después de un titubeo, me dejan pasar, no es que yo no haya querido pagar, la verdad, pero para nosotros los regíos, y si es gratis, ¡mejor!

Para poder entrar, me dieron un gafete que decía, «padrino», con el que, me di cuenta, tenía acceso a todo el auditorio. (Ándale, así sí).

Por fortuna, el señor Arzobispo estaba empezando su conferencia. Mientras tanto, me había llamado la atención un tuit que mandó alguien dentro del auditorio: «El Arzobispo Rogelio Cabrera, entró con el pie derecho y con mucha humildad».

¿Qué había pasado? Hacía un momento, el maestro de ceremonias se había equivocado gravemente, acababa de presentar al señor Arzobispo con el nombre de Rogelio Guerra, el conocido actor mexicano. Siguieron las risas, todo el mundo lo notó. Tremendo error para un presentador, y en un escenario mundial, y al jefe de la Iglesia católica regia, la anfitriona.

¿Qué pasó después? ¿Qué hizo el señor Arzobispo ante aquella falla tan garrafal?

Con paso sencillo avanzó hasta el estrado, tomó tranquilamente el micrófono, y dijo: no se preocupe, señor, aunque soy el arzobispo, soy el menos conocido de todos, pero eso no es lo importante, lo verdaderamente crucial no es que me conozcan a mi, sino que conozcan a Jesucristo y a la Iglesia, ellos, sí son lo importante.

¿Qué había hecho el Arzobispo? Se había aprovechado de ese error, para meter un golazo, había transformado la falla en una oportunidad, había convertido una debilidad en su mayor fortaleza, y de paso, se había echado, con su sencillez y humildad, a todo el auditorio a la bolsa!

Vaya lección, de cómo transformar una desventaja, en una alegre y serena victoria.

Gracias Señor Arzobispo por su enseñanza.

 

+Alfonso G. Miranda Guardiola 

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