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Conferencia en la Asamblea Eclesial Diocesana 2014: Una Iglesia de Puertas Abiertas.

Les comparto la Conferencia que ofrecí, en la Asamblea Eclesial Diocesana de Monterrey el pasado 1ero de diciembre 2014, en la Casa de la Iglesia, con el tema: «Una Iglesia de Puertas Abiertas».

Hermanos Obispos, Sacerdotes, Seglares, todos, bienvenidos y buenas tardes.

Hace muchos años cuando estaba todavía en el Seminario; allá por 1991- 1992, pues estaba de vacaciones y como todo buen Seminarista pues iba a misa. Una mañana, mi familia vive en San Nicolás, en la Colonia Roble, entonces ese día temprano me fui a la misa a la Parroquia del Espíritu Santo, en la Colonia Anáhuac, con los oblatos de San José, fui a misa y quedé de regresar con mis papás y me encuentro a un seminarista, Horacio, compañero de clases aquí en el Seminario, y después de misa, me dice, ¡Vente te invito a almorzar! Y le dije, sabes que, en este momento, si me gustaría mucho pero tengo que ir a mi casa a hacer un pendiente con mis papás, pero si quiero ir, y me dijo; – bueno, vente, ¡Yo te voy a estar esperando, entras al edificio del Seminario y yo te voy a dejar todas las puertas abiertas! Eso me dijo hace poco menos de veinticinco años, desde entonces esa frase ha cimbrado mi corazón y en muchas pláticas yo la he compartido. Así como este amigo me dijo: ¡te voy a dejar todas las puertas abiertas! No eran sino palabras anticipadas que el Papa Francisco hoy nos está diciendo.

Ahí por Aciprensa salió un mensaje por Twitter, hablaba hace un par de días y venía la relación de la Iglesia Católica y las Iglesias Protestantes en muchas partes del mundo, es un estudio que hicieron en un centro de investigación en Washington y ahí podemos ver como en todos los Países de América Latina, la Iglesia Católica viene reduciendo su porcentaje de miembros, en algunos casos de un 90 como en México, a 81 por ciento; en Argentina, en Uruguay, en otras partes, hay un colapso en el número de miembros de la Iglesia Católica, y ya hay países como Uruguay como Centroamérica donde la Iglesia Católica es menos del cincuenta, cuarenta y seis, cuarenta y tres por ciento, hay una perdida catastrófica según los datos de este centro de investigación ahí vienen también las causas, fenómenos ahí está para su propio análisis y estudio.

En este contexto ¿Por qué tenemos hoy a un Papa argentino, Francisco? ¿Por qué él viene a decirnos a toda la Iglesia, necesitamos una Iglesia de puertas abiertas una Iglesia en salida?
El Papa como si conociera ya todos los estudios y todas las estadísticas de esta drástica disminución de la Iglesia Católica, múltiples factores existen, es cierto, pero no podemos cerrar los ojos a nuestra falta de calidad eclesial, a nuestra falta de testimonio, a todas las formas, a todos los métodos que no estamos usando correctamente, esto sin mencionar de manera explícita, la formas y maneras como corremos gente en la Iglesia Católica, no tenemos que irnos tan lejos, aquí mismo en nuestra ciudad de Monterrey, Iglesias han cerrado las puertas a grupos apostólicos de matrimonios en situación no sacramentada, etcétera, Sacerdotes que los hemos rechazado.

Viene un divorciado con una pareja y nos dice: ¡Padre, Padre! Con toda su ilusión, con toda su alegría, con los ojos llenos de luz, ¡Padre, Padre! ¿Nos da la bendición? Y, ¿Qué hace el Sacerdote? ¿Qué hacemos? ¡Váyase!, no podemos dar bendiciones nosotros, nos lo prohíbe la Iglesia, los cánones, las leyes. ¡No podemos! – ¡Padre, Padre!, ¿Por lo menos bendiga nuestros anillos? – Y le echamos las cruces, no podemos hacer eso, ¡Vete, váyase! – Padre, ¿aunque sea me puede confesar? – Y ¿Qué hace el Padre? En muchas ocasiones en el pasado, pero también en el presente, hay Sacerdotes simplemente, que rechazan, simplemente rechazan.
Estamos ahorita en medio de un Sínodo, el Sínodo de la Familia en su versión extraordinaria ahora en octubre 2014, y en su versión ordinaria en el 2015 ¿Qué pasó desde la convocatoria del 2013? ¿Qué sucedió? La prensa quiso polarizar el Sínodo, tomó un tema, el tema que el Cardenal Walter Kasper por invitación del Papa Francisco dio en la conferencia inaugural del pasado Consistorio en febrero del 2014, hablándonos este Cardenal, ante el Papa y ante todos los Cardenales del mundo. ¿De qué habló? Habló de un tema en el que ha estado trabajado los últimos 30 años, esto es: “El acceso a la Eucaristía a los divorciados vueltos a casar. ¿Qué pasó? La polémica, no estamos de acuerdo la Iglesia no puede cambiar su doctrina, no se puede, se va a caer la Iglesia, y ¿Qué hizo la prensa? La prensa agarró el tema y lo polemizó y presentó dos bandos, “progresistas y conservadores”, como si la Iglesia y su doctrina estuviera en grave peligro, y estuvieran algunos defendiéndola con sus libros con sus conferencias y otros queriendo que se abran de par en par las puertas.
¿Ese es el tema que hoy ocupa la Iglesia? ¿El acceso a la Eucaristía, el cambio doctrinal? Por supuesto que no, ese no es el tema, nadie, nadie está queriendo, nadie está deseando un cambio doctrinal, ni siquiera un acceso indiscriminado a la Eucaristía a los “divorciados vueltos a casar.” ¿Qué es lo estamos pidiendo, cuál es el meollo del asunto? Antes, de que haya un cambio doctrinal en la Iglesia, se ocupa primero un cambio de actitud, dejar de ser una Iglesia grosera, una Iglesia que todavía hace sentir a tantos hermanos como seres de segunda clase, irregulares, pecadores, condenados, apestados, etcétera. Ahí estamos relegándolos, todavía rechazamos a mucha gente, en nuestra Iglesia local, todavía no somos capaces de acoger.
Viene una muchacha con su niño en los brazos, a la oficina, quiero bautizar a mi bebé. -¿Y tu esposo?. Le contestan. ¿Dónde está tu esposo? -Es que no tengo esposo. -¿Cómo que no tienes esposo? Entonces no puede haber bautizo, entonces no puede haber padrinos; este ejemplo lo puso el Papa Francisco hace tiempo. En lugar de acoger, y decir ¡Felicidades por tu decisión! ¡Felicidades por venir a traer un hijo a la Iglesia! ¡Felicidades por darle la vida de gracia! Antes que hacemos, antes con el dedo señalamos primero y hacemos juicios orales, juicios condenatorios, antes siquiera, de acoger, antes siquiera, de escuchar, antes siquiera, de abrazar.

¿Qué se ocupa en nuestra Iglesia? Antes de cambios doctrinales, nuestra Iglesia necesita, como ya lo está diciendo el Sínodo, un cambio de lenguaje, dejemos de señalar a los otros, cuando yo con mi dedo juzgo a alguien y lo llamo “irregular”, yo me estoy diciendo “yo estoy bien” “yo estoy regular” “yo estoy acorde con las reglas” “yo estoy bien” y ¡Eso no es ser Iglesia! Eso es una actitud farisaica y hay que decirlo con todas las letras.

Una Iglesia de acogida, es una Iglesia de puertas abiertas, es la que acoge primero, sin señalar, sin juzgar, deja a un lado lenguajes excluyentes, y antes de hacer todo eso, ¿qué hace? Recibe, acoge, acompaña, sana, abraza, salva.

Las puertas abiertas que señala el Santo Padre, y que nos lo está gritando desde que tomó el Pontificado, nada más y nada menos que es expresión de la revolución de la ternura que él está gritando, es el tiempo de la ternura, es el tiempo de la misericordia y desde que tomó la Cátedra de Letrán, el Domingo de la Misericordia del 2013, ¿qué empezó a decir? Increíblemente el Papa: Y tú que sientes que tienes un pecado que no puede ser perdonado, “Tú, ten el coraje de volver a Dios, y no quedarás desilusionado.” Y tú que sientes, que tu pecado es imperdonable. “Ten el coraje de acercarte a Dios, porque Dios, dice el Papa Francisco, Dios no se cansa de perdonar”.

Cuando escuchaba yo, cuando leía estas palabras del Papa Francisco, pensaba, “Santo Padre, pero aguas, porque pues no puedo confesar, los divorciados vueltos a casar no puedo confesarlos” y más fuerte escuchaba yo la voz potente del Papa, ¡déjalos, déjalos! Dios no los desilusionará, no quedarán defraudados, y así lo dice el Papa Francisco, lo dice a cada persona y lo dice a cada familia, tenemos que acoger a todas las familias, las que se encuentran refugiadas, las que se encuentran sin patria, las que están partidas, las que están sufriendo, las que no tienen trabajo, las que están enfermas, las que están en crisis, las que ya están separadas.

Porque la Iglesia es un lugar de misericordia, porque la Iglesia no tiene funcionarios sino pastores, cansados estamos ya de hacer sentir mal a los demás, cansados estamos ya de excluir a los demás, cansados estamos ya de no hacer sentir a la gente en su casa, cada una de nuestras Parroquias.

La Iglesia, dice el Papa, es familia de familias, a la Iglesia no hay que ir obligación. ¿Cómo hay que ir? Porque estoy a gusto, porque me siento feliz, porque soy abrazado, porque me reciben, porque saben mi nombre, porque saben quién soy y qué problemas tengo, porque cuando me voy me despiden, me dan un abrazo, me dan un beso, porque soy alguien, porque me siento feliz y no quiero irme de la Iglesia, es una Iglesia de puertas abiertas, la Iglesia de acogida.

La Iglesia que no le importa espinarse las manos, que no le importa ensuciarse las manos, que no le importa ir sin límites, acoger sin límites, no le importa poner en riesgo su fama, sus horarios, sus papeles, su nada, no le importa, se atreve a acoger a todos, indistintamente, no importa la condición que traiga esta persona.

¿Una Iglesia de acogida, quién es? Es la Iglesia como hospital, nos llama el Papa Francisco, una Iglesia después de una batalla, no señalamos quién es víctima, quién es enemigo, quién es de nuestro bando, ¡no! Está Iglesia hospital acoge a todos sin distinción, vence repugnancias, sangre, suciedad, inmoralidad, vence todo y se acerca y es capaz de acoger, y es capaz de ungir, es capaz de cargar y es capaz de ensuciarse.

Si todavía queremos tener nuestras Iglesias limpias, pero vacías, vale más, como este Seminario hace 26 años (1988) cuando el huracán Gilberto pasó por Monterrey, se llenó de gente aquí, niños, colchas y todo por sin ningún lado, esa es la Iglesia de a deveras, la que acoge sin distinción.

El Papa el 4 de octubre pasado, en la Vigilia para empezar el Sínodo de la Familia, dijo unas palabras tiernas y bellas, dijo: “cae la tarde en la Asamblea, cae la noche, tiempo de regresar a casa, tiempo de llegar a ese lugar donde se ensancha el corazón y se engrandece el alma, donde están los afectos que nos llenan de sonrisas, que llenan el alma y el corazón, llegamos a la mesa donde estamos juntos y compartimos el pan, el vino y se preanuncia ese otro banquete que nunca se acaba, pero dice el Papa, es también la hora para otros, la hora de enfrentarse con su propia soledad, con su propio vacío, con sus proyectos no cumplidos, destrozados, llega la hora de enfrentarse en el camino crudo de la resignación, quizá también de los resentimientos, quizá también del sinsabor y del sinsentido, esta noche dijo el Papa, “nos hacemos voz de los que están felices y de los que están solos y tristes, para todos va nuestra plegaria.”

Recientemente fui a Panamá al Congreso de Pastoral Familiar, iba con nosotros, una pareja de divorciados vueltos a casar, el Congreso muy bonito, temas y testimonios, pero me daba cuenta que los testimonios eran, ¡matrimonios sí, que habían pasado problemas y dificultades, pero que luego habían resuelto y habían triunfado, hoy estaban juntos con sus hijos, bien todo!

Y decía yo, ¿y, y? y le dije al encargado del Congreso, aquí hay una pareja de divorciados vueltos a casar sería bueno escuchar su testimonio, me dijo -sí, sí, sí como no, el Papa lo está diciendo, sí, si, sí; – pues pasó toda la semana y nunca, nunca nos llamó.

Ahora en Querétaro fui al Congreso Nacional me tocó a mí dar la Conferencia, y por supuesto que escuchamos el testimonio de los divorciados vueltos a casar, porque dice el Sínodo “A la Iglesia pertenecen los sanos y los enfermos” (hasta ahí la cita). Una Iglesia solo de triunfadores, esa no es Iglesia, en una ficción, esa no es Iglesia.

Dice el Papa si no hay piedad, ¿Cómo nos vamos a acercar a este mundo herido, cómo? Cuánto hace bien un Sacerdote que es tierno, las heridas de por si duelen como para tratarlas sin ternura, a la Iglesia pertenecen sanos y heridos, y la Pastoral, debe ser, estas son palabras mías, “ Una Pastoral de las personas heridas. Porque ¿quién no está herido? ¿Quién no tiene en su alma, en su corazón, en su historia cicatrices y heridas? ¿Cómo podemos acercarnos al mundo insensibles, con la cara lavada y aparentemente victoriosos? ¿Cómo acercarnos al mundo así?

Hoy el Papa nos invita a ser creativos, pero también nos invita a ser compasivos.

Hoy más que nunca habla de ese texto del buen Samaritano, esos son los nuevos mandamientos de la Iglesia, ser capaces de acercarnos a ellos.

Hermanos mi tema está puesto ahí en el legajo, ahí está con todas las ideas principales, yo nada más llamo, apelo y retomo las palabras del Papa Francisco que nos llama a ser compasivos, que nos llama a ser una Iglesia de puertas abiertas donde ya no haya exclusión, donde a nadie hagamos sentir mal, donde a nadie hagamos sentir menos, construyamos a los demás, muchas gracias.

 

+Alfonso G. Miranda Guardiola

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