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– Háblame de tú, porque me conociste de palo.

– Háblame de tú, porque me conociste de palo.
Le dijo el recién nombrado obispo a su viejo amigo sacerdote.
– Pero, ¿qué quieres decir con eso? Sorprendido le preguntó.
– Ah, no lo sabes? Te cuento la historia:

Una vez estaba un humilde señor, de manos callosas, con su overol y de pie, hablándole al hermoso Cristo de la Iglesia:
– Ándale, dame este favor que te pido, que lo necesito, ya ves que he venido muchas veces a verte, y todavía no me lo has dado.
Y le insistía, sin quitarle la vista, con esas y otras palabras parecidas.
– Pero, ¿porqué le hablas así, al Cristo? – Lo sorprendió el sacristán, – No seas tan igualado, dile mi amo o mi Señor.
A lo que el hombre, de zapatos viejos y llenos de aserrín, apenado respondió:
– Es que le tengo mucha confianza, lo conocí cuando era de palo, y todavía sin forma. Yo se la di en mi taller.

 

+Alfonso Miranda 

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