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Reseña de libro: Padre de mis hijos, ¿padre de mis padres? De Graciela Zarebski.

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Padre de mis hijos, ¿padre de mis padres? De Graciela Zarebski. PAIDOS. 2008. 

Me parece un libro extraordinario, máxime en este momento, que vivimos este mes de agosto dedicado a los abuelos, y que, en particular, como familia estamos acompañando la vejez de nuestros padres. 

Es un libro que nos ayuda no sólo a entender cómo están viviendo nuestros mayores, esta etapa en sus vidas; no sólo cómo podemos ayudarlos mejor, sino también y especialmente, cómo debemos irnos preparando todos, para llegar a vivir este momento, en plenitud. 

Quiere mostrarnos, también, cómo podemos prepararnos para llegar a ser “nuevos viejos”, todavía con una amplia diversidad de opciones, y de posibilidades por desarrollar. 

Cómo vencer miedos, prejuicios y etiquetas, que nos anclan y paralizan. Y más bien, cómo potenciar y desarrollar con creatividad y fecundidad, esta etapa en nuestras vidas. 

Pasa lista a todas las dificultades, y problemas que se viven ya en esta etapa, como la sobrecarga del cuidador, las patologías, las enfermedades, las redes vitales de apoyo, las crisis familiares, la decisión de envejecer en casa, o en asilos, pero subraya las señales de advertencia en el camino de la vida, y las estrategias para alcanzar un envejecimiento pleno y saludable. 

Finalmente, responde negativamente a la pregunta que da título al libro. Ofreciendo una respuesta correcta, ponderada y madura. 

Recomiendo leerlo. 

 

Les dejo un poema de Mario Benedeti, que la autora utiliza magistralmente en el libro:

 

Cuando éramos niños, 

los viejos tenían como treinta

un charco era un océano

la muerte lisa y llana

no existía. 

 

Luego cuando muchachos 

los viejos eran gente de cuarenta 

un estanque era océano 

la muerte solamente 

una palabra.

 

Ya cuando nos casamos 

los ancianos estaban en cincuenta

un lago era un océano

la muerte era la muerte

de los otros. 

 

Ahora veteranos 

ya le dimos alcance a la verdad 

el océano es por fin el océano

pero la muerte empieza a ser

la nuestra.  

 

+Alfonso G. Miranda Guardiola 

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