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Quién puede hospedar a unos migrantes por un día?

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Esa noche, casi al finalizar la misa de la fiesta de la Sagrada Familia, unos muchachos del grupo juvenil se acercaron conmigo al altar, para preguntarme si podían dar un aviso importante. A lo que les respondí que sí, como era acostumbrado.
Después de un momento y antes de la oración final, el muchacho comenzó a decir, que afuera de la Iglesia se encontraban unos hermanos migrantes, que no habían podido cruzar la frontera, y ahora se regresaban a su casa en Honduras.
No pedían dinero, ya tenían lo del pasaje del autobús que los acercaría a su tierra, sólo les faltaba, un lugar para pasar la noche, ya que mañana muy temprano partirían a su hogar.
Y preguntaba si había alguna familia, de entre las presentes, que tuviera un cuartito, para hospedarlos por una noche,
Después de decir este aviso a toda la comunidad en pleno, se escuchó un silencio que duró un momento eterno, en eso, y después de dudar yo un instante, una señora de la última banca de la Iglesia, levantó la mano, y dijo que ella los recibiría.
Yo le agradecí el gesto, y le pedí que pasara al frente, era la señora Lupita, que ese mismo día, acababa de recibir la tarjeta de la Iglesia por su cumpleaños, y le dije que ahí estaban la familia que recibiría en su casa, a quienes también pedí que pasaran.
Después de algunos momentos, una hermosa figura de porcelana de los peregrinos José Y María, cargada por los muchachos, entraba a la Iglesia. No es poco decir, la enorme conmoción que este evento provocó: admiración, alegría, lágrimas no sólo ella, sino en toda la comunidad, y también la tristeza de algunos que quisieron recibirlos, pero que al final, se tardaron en hablar o no se decidieron.
Lupita emocionada y bañada en lágrimas, contó, que esa noche pasaría su cumpleaños sola en casa, pues su hijo se encontraba muy lejos, por lo que no dudó en recibirlos, y hasta ya había pensado, que les iba a dar de cenar. Ahora se daba cuenta, que no estaba sola, que Dios mismo estaba con ella, y que cenaría y pasaría con ella su cumpleaños.
Conmovidos, le entregamos a los peregrinos, y toda la comunidad se acercó a ella, para felicitarla, abrazarla y agradecerle el hermoso gesto que nos había regalado.
Una hermosa lágrima más rodó sobre sus mejillas, cuando se dio cuenta, que no sólo se quedarían esa noche, en su casa, sino que pasaban, a partir de ese momento, a ser parte de su familia.

+Alfonso Miranda

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