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Poemas

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¿Porqué pusiste el espino junto a la flor?

Posted by on May 28, 2018 in HISTORIAS, POEMAS, Uncategorized | 0 comments

La espina no nació para herir, sino para cuidar la flor. Los hombres no hemos admirado su virtud, y la hemos hecho instrumento de dolor. Tú le robarás la miel y el sabor, – le dijo a la abeja, el espino.- Pero no podrás arrebatarle el perfume, que es el encanto de la flor. Podrás quitarle el néctar y el rubor,- le dijo a la abeja, el espino.- Yo me deleito observando cómo se baña en el rocío la flor. ¿Cuánto valdrá una flor? Que Dios puso barricadas de espinas para defender su honor. Ante la flor se arrodilla, y con espada defiende su honor. El espino vigila en la orilla, y en secreto le declara su amor. En sus ojos había luces, en las palmas olivos; en su camino tres cruces, y en la frente rudos espinos. Yo nací para amar, no para castigar, – dijo el espino. Si una frente había que coronar, mejor no haber nacido. Yo no nací para herir, – grita el espino, – tan solo quiero vivir contemplando la flor, por cuyo amor padezco y suspiro. Yo no nací para lastimar, – clama el espino, – tan solo quiero vivir contemplando la flor, por cuyo amor sobrevivo. ¿Porqué pusiste la espina junto a la flor? – Preguntó Adán al Creador. – Para que supieras, que junto al amor, también hay sufrimiento y pasión. Cuando nace el espino, sin querer todo lo hiere: el viento, las rosas, la frente, el alma y el corazón. Pero sueños hubo, que no fueron capaces de matar la cruz y el espino. Pues fue más grande su ilusión, convertir en sangre el vino. ¿Porqué a pesar de las espinas, el hombre busca la flor? – Porque a pesar del dolor, no puede vivir sin amor. Te sigo entre jardines y flores, también entre cardos y espinos; te sigo sin importar el camino, siempre que sea contigo.   +Alfonso Miranda...

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Las campanas ya no suenan más.

Posted by on Sep 12, 2017 in POEMAS | 0 comments

Les comparto un poema con un toque de drama y melancolía: Las campanas ya no suenan más; gimen mudas, queriendo hablar.  Aguardan, desesperan, se ahogan,  llorando sin poder gritar. Solo la madera que la sostiene cruje. Todo es ahora olvido y dolor.  Hemingway también calla, al no poder ya decir:  ¿Por quién doblan las campanas? Antes era el eco de las voces que alababan al Señor.  La algarabía de echar las campanas al vuelo.  Acento grave, sonoro e inconfundible.  De un canto inquieto, alegre y matutino. Hoy, tan solo el recuerdo queda.  La añoranza de una capilla en oración. El murmullo sonoro de un campanario,  el repique lento y suave de una procesión. Recuerdo de una vieja costumbre  De una voz que llama a misa… a la Iglesia. Donde pocos acuden, y donde hoy pocos llegan… +Alfonso Miranda ...

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El más bello tributo que una mujer ha hecho a un hombre. María Magdalena en el sepulcro Jn 20, 1-18.

Posted by on Jul 22, 2017 in HISTORIAS, POEMAS, REFLEXIONES | 0 comments

Esa mañana de domingo se había levantado muy temprano, casi no había podido dormir, se la había pasado pensando toda la noche, en lo que, apenas hacía un par de días, había ocurrido. Sin pensarlo dos veces, y todavía de noche, se dirigió al lugar donde lo habían dejado, con la esperanza de… simplemente llegar. Corrió y corrió, como si una ansia loca la empujara, como si una voz misteriosa la llamara, como si su intuición se lo gritara, como si su corazón se lo ordenara irrefrenablemente, y … muy pronto, al llegar, se dio cuenta que la piedra que le habían puesto a la tumba, ya no estaba, la habían movido. Inmediatamente vuelve a correr a buscar a Pedro, lo encuentra y le dice: se han llevado a mi Señor, y no sabemos donde lo han puesto. Los otros discípulos van y comprueban lo que María Magdalena había dicho, y regresaron a sus casas, meditando y reflexionando. María había querido quedarse ahí, afuera del sepulcro, un momento, un tiempo, una eternidad. Sí, lloraba, pero eso no le impidió acercarse nuevamente al sepulcro, y ver salir destellos de luz, y de en medio de ellos, ver salir a un hombre, que le provocó inquietud y perplejidad. Ella no lo reconoce, pero él sí, y le dice dulcemente, María, y en ese instante, como un torrente que baja impetuosamente de la montaña para vertirse en el río, ella corre, como nunca lo había hecho jamás, y lo abraza profundamente. Y siente en su corazón, un sentimiento tan bello, poderoso y sublime, como nunca antes lo había sentido. Después de un instante, él le dice: suéltame, que todavía no he ido al Padre, y en ese momento, contrario a lo que su corazón le estaba pidiendo, e incluso contra su propia voluntad, lenta y dolorosamente, suelta a su Amado, y lo deja poco a poco alejarse, convirtiéndose en el testimonio más grande de amor que una mujer ha podido hacerle a un hombre.   +Alfonso Miranda G. ...

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Pinceladas de poesía en esta fiesta de la Epifanía.

Posted by on Ene 2, 2016 in POEMAS | 0 comments

El camino de los magos hacia el niño Dios está lleno de errores y dudas: Han vacilado, se han equivocado de ciudad, han perdido la estrella, han llegado con Herodes. Pero el camino les ha mostrado también, que se necesita una infinita paciencia para volver siempre a comenzar. Los magos nos enseñan a caminar con los pies en la tierra, pero con los ojos fijos en el cielo. El cuarto Rey Mago, atareado por dejar en orden todos sus pendientes, llegó tarde, sus compañeros… ya se habían ido. La estrella de Belén, celosa y furiosa, se detuvo a esperar a los Reyes, hombres al fin, que por mirar a otras estrellas, se habían perdido. Tuvo que detenerse la luna, para no chocar con la estrella que, al fin extasiada, contemplaba al recién nacido. Y el tiempo también se detuvo, embelesado al contemplar a esos Reyes adorando al Dios niño, y que de una bella virgen, había nacido. Pero fue hasta el final que los Reyes se dieron cuenta, quién era la estrella que los había guiado hasta el tierno niño, había sido la luminosa virgen santa María, la hermosa estrella de la mañana. – ¿Que tenemos? – Oro, incienso y mirra – ¡Pero si es un niño, Melchor! ¿Cómo se te ocurre? ¿Te olvidaste de los carritos y de los muñecos, verdad? José y María, felices sonreían, y unían sus ojos contemplando al divino niño. Porque no hacía falta más que mirarlo, para admirar el más hermoso de los cielos. Las más bellas palabras de amor, se dicen, sin decirse nada, así ellos, así el recién nacido, así es el lenguaje de Dios. +Alfonso G. Miranda Guardiola ...

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