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Persiste contaminación en el Río San Juan Cadereyta

Rios San Juan

Foto y artículo del Universal. 

Ayer domingo tuve la oportunidad de ir a San Juan de Cadereyta, la cuna del beisbol, a invitación del padre Chemita, a visitar su comunidad de nuestra Señora de la Merced. Al acabar la misa, y después de saludar cálidamente a su comunidad, le pedí me llevara a ver el río San Juan. 

Cuál no sería mi grande sorpresa, al constatar, los daños terribles que está causando la contaminación del río en los poblados, pues, los antiguos campos de sembradío, antes llenos de sandías, calabazas, tomates, lucen ahora, simples montes baldíos, donde la maleza cubre los extensos campos.
Las hojas de los naranjos lucen caídas y tristes, las naranjitas que no llegan, ni a la mitad de lo que eran, los copos de los árboles, las hojas y las mismas naranjas, tienen ahora una capa negra que las cubre, es el aire contaminado que las pinta, y ¿cómo estarán nuestros pulmones? nos dijo ayer un campesino.
No pueden tomar el agua corriente del tinaco que surte a los pueblos, porque se enferman del estómago, no pueden bañarse con esa agua los niños, porque les salen ronchas. Empresas de jugos, no han podido abrirse por la insalubre calidad del agua.
El alegre andar antaño en los domingos, donde cientos de personas de Monterrey y otras partes, se paseaban y se estacionaban por las laderas del río, donde se bañaban y compraban frituras y artesanías de los colonos, hoy luce completamente vacío, sin vida, triste como las hojas de los naranjos.
Las acequias van vacías, los campesinos prefieren no conectarlas al río, prefieren que se sequen los árboles que matar las raíces, y envenenar la tierra. Tardaría diez años, les dicen, en recuperarse, si tan solo dejaran de vertir tóxicos en este afluente. 

¿De qué viven ahora los campesinos? Sin el río limpio que antes les daba vida, con una refinería al lado que envenena el aire, el agua, la mente y el cuerpo. 

Este río desemboca en la presa el Cuchillo, de donde tú y yo, y la gente de esta región, sacia su sed y vive, hasta que mañana, por nuestro silencio, no queden almas tan solo muerte. 

+Alfonso G. Miranda Guardiola 
(2 de agosto del 2015)

 

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