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Visita del Papa Francisco a México

Ante tantas criticas que surgen, de un lado y de otro, por la visita del santo Padre a nuestro País, les pido, que no dejen de escucharlo, de leer sus discursos y homilías, y de estar atentos a sus innumerables gestos, porque más que venir a destronar a los poderosos (como también querían los zelotas que en su tiempo hiciera Jesús), el Papa Francisco ha venido a inspirarnos, a motivarnos, a darnos la luz y la fuerza necesaria, para que seamos nosotros mismos, los católicos y los ciudadanos, los que transformemos nuestras realidades de cada día, que seamos nosotros los que luchemos contra todas las injusticias que nos rodean, de la marca que sean, políticas, económicas, eclesiales, sociales, y no esperemos, que venga alguien de fuera, a arreglar, los problemas que nos toca componer a nosotros.
Sus palabras, no han sido suaves, porque ha hablado, con valentía, de no seguir cometiendo injusticias a la hora de llevar el pan a la mesa, con el sudor de la frente del otro; y a favor de los indígenas, recuperando y reconociendo su legua, su valiosa identidad y aportación; abrazar a todas las familias, especialmente a las vulnerables y heridas; a los jóvenes, que no renuncien a sus sueños, dejándose atrapar por el narcotráfico y el crimen; a los obispos nos señaló nuestro grave deber de vivir y comportarnos verdaderamente como pastores, con mirada limpia, sin poner la confianza en los carros y faraones actuales.
Que no todo ha sido perfecto, en la visita del Papa, por supuesto que no, es imposible darle gusto a todos. Pero no cabe duda, que su modo de actuar es transparente y auténtico, en sus miradas, en sus palabras y en sus gestos (hasta el regaño dado a una persona que lo empujaba). Y es cierto, ha habido mucha gente, que ha querido ver y estar cerca del Papa, y no ha podido. Por eso el Papa, para que no hubiera duda de su intención, ha querido estar en los lugares más significativos de México: en la Basílica de Guadalupe, rezando ante la mirada de nuestra Madre; en la zona conflictiva de Ecatepec (¿qué ciudad se salva?); ante los indígenas, ignorados por tantos, y con las familias en Chiapas; escuchando y abriendo su corazón con los jóvenes en Morelia, y con la vida consagrada (paradójico fue, que con estos últimos en el estadio de Morelia, y antes de la entrada del Santo Padre, se haya contado espontáneamente, todos juntos, hasta 43, haciendo presente a los estudiantes de Ayotzinapa); y luego en ciudad Juárez (con tantos años de fama de violencia, especialmente contra las mujeres), además, con los presos, el mundo del trabajo y los migrantes.
Sin duda, será una visita inolvidable, y será necesario tiempo para digerir, y poner en acción, cada uno de sus gestos y palabras.
Hoy con emoción cantaremos las golondrinas al Santo Padre, gracias por llenarnos de esperanza y alegría!

+Alfonso G. Miranda Guardiola

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