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¡Cuánto he desperdiciado mi tiempo!

(Anécdota del Padre Garza Madero con el Papa Juan Pablo II). En una visita a Roma, tuve la oportunidad de entrar a la Capilla donde rezaba el Papa Juan Pablo II, por esas distinciones que Dios te da una vez en la vida (decía el Padre Garza Madero en una de sus homilías). Y allí estaba el Santo Padre, hincado sobre un reclinatorio, frente a la custodia, que guardaba al Santísimo Sacramento. Absorto en la oración, contemplaba, gesticulaba, movía ligeramente la cabeza, metido en una insondable conversación con el Señor, hasta acá podía casi leer su pensamiento, su mirada hacía adentro, su silencio. De espaldas a mí, con toda su atención y su misma vida puesta ante el Señor, no se dio cuenta, por supuesto, ni de mi vida ni de mi existencia. Yo me quedé ahí, no supe...

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No hiera más mi fe.

Había regresado de estudiar filosofía en la ciudad de Roma, y ahora daba clases en el seminario, por lo que su padrino de oración tuvo que esperar dos años, para encontrarlo. El brillante sacerdote accedió a ir a bendecir su casa, aquella tarde de verano. Toda la familia lo recibió con mucho júbilo y emoción, y hasta prepararon un exquisito banquete, para tan distinguida ocasión. Su madrina había limpiado cuarto por cuarto, y había puesto adornos y flores en todas las recámaras. El sacerdote recorrió la casa y el jardín, seguido por los niños, curiosos y siempre inquietos. El Ave María y el Padre nuestro, se escuchaban mientras rociaba el agua bendita sobre los muebles y las camas. Al entrar a la sala, donde estaban todos reunidos, el padre pedía que no faltara el pan en la mesa, ni...

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La grandeza del Alma y del Corazón

                  Muy hermosa historia que nos habla de la grandeza del alma y del corazón. (Realizada por un hermano interno en el Penal del Topo Chico) Les compartimos con inmensa dicha una carta de un participante de R Topochico a unas cuantas semanas de finalizar el Taller de «Reconstrucción de la persona hacia la libertad». Gracias les doy por sus enseñanzas. Por enseñarnos a valorarnos como seres humanos. Y pensar que ¡no valíamos nada! Nos han hecho valer. Gracias por su tiempo y su esfuerzo. Tengan por seguro que no los vamos a decepcionar. Porque yo por medio de ustedes he encontrado a Dios y también he aprendido a abrir mi corazón. Tuvieron que pasar 50 años para entender que Dios siempre ha estado conmigo. Me ha hablado y no le...

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Revolución de la Ternura

Se acerca una pareja de divorciados al sacerdote: – ¿Padre, queremos ver si nos puede dar una bendición en nuestra boda? – Y el sacerdote, tajante y bruscamente les responde: – No puedo, no me está permitido. – ¿Por lo menos puede confesarnos? – No puedo, arréglense primero y luego regresen. – Bueno, bendiga por favor nuestros anillos. – No se puede, que les vaya bien. – Y allá van, todos deshechos, desconsolados y destruidos estos hermanos tras recibir esas palabras, no de un buen pastor, sino de un funcionario. Son estas las actitudes que el Papa Francisco quiere cambiar en la Iglesia, sobre todo, cuando les pide a todos los pecadores (¿y quién no lo es?) que se acerquen a la Iglesia, que no tengan miedo, que tengan el coraje de acercarse a Dios, que no quedaran defraudados....

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Espíritu Santo

            La venida del Espíritu Santo en Pentecostés, no se asemeja a una dulce paloma que sutil y silenciosa se posa en una rama, la más pequeña de los árboles; sino más bien al vuelo enérgico y osado del águila, que ante el rugido de la tormenta, traspasa las cimas y las oscuras nubes en busca de nuevos y brillantes cielos....

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Ocurrió en San Max

Anécdota simpática acaecida en el templo de San Max. Afuera de la tienda del güero, frente a la casa de los padres del Templo de San Max, se juntaba un señorito, ya medio grande de edad, pero chaparrito y delgado, cara afilada, piel morena, muy simpático. Andaba siempre con ropa arrugada, holgada, y siempre desparpajado y despeinado (estilo claviyazo). Era pintor, barrendero, albañil, jardinero y multiusos, según decía. Un día me pedía que le regalara un rosario, y se lo daba, y al otro día me lo volvía a pedir, que porque lo subieron a la patrulla y se lo quitó la policía, que porque se lo habían robado, que porque lo golpearon, y ve tú a saber por qué más cosas. Cada vez que me veía, se acercaba solícitamente a saludarme, haciéndome todas las reverencias y caravanas respectivas,...

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