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Esa Noche no habría Navidad…

  En diciembre del 2016, la verdad es que no iba a haber Navidad en Monteverde, porque llegaron noticias a María y a José, de que había muchísima violencia e inseguridad en aquella ciudad, por lo que no convenía ir a dar a luz, ahí a su hijo. José luego luego se preocupó, ya le habían hablado de gente cruel y despiadada, y de un tal Herodes, que además era un tirano, por lo que no le extrañó la noticia, hombres malos debe haber en todo el mundo, pensó el santo varón. Pero de cualquier forma había que tomar precauciones, y pensar en otro sitio para que naciera el niño. Estaba pensando en irse a una ciudad lejana, tal vez otro país, cuando en eso María lo detiene y le pregunta – ¿qué estás pensando José? ¿Qué quieres hacer?...

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Vista a Nueva York, a la misa de la fiesta de la Virgen de Guadalupe con los migrantes

Conocí a un sacerdote, mientras estudiaba en la Universidad Pontificia de México, allá por los años 90s. Era un presbítero de mediana edad, de unos 43 años, que en ese tiempo se batía en lucha por alcanzar dos objetivos, terminar un doctorado en filosofía, y dominar un cáncer de intestinos que lo asediaba. Ejemplar sin duda era ese sacerdote, el caballero le llamábamos, por su figura delgada, pero sobre todo, porque siempre nos llamaba así. Nos ponía ejemplo con su disciplina para ingerir limpios y muy escogidos alimentos, a nosotros los seminaristas de ese tiempo, que comíamos en el mercado de enfrente, tacos, tortas, garnachas y todo lo que se nos pusiera enfrente; y por su dedicación para el estudio, a nosotros, que más terminábamos de comer, y corríamos a la cancha de basquet, a jugar buena parte de la...

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¿Que no deberías venir con la cara triste y cabizbaja a confesarte?

Recuerdo hace muchos años, recién ordenado sacerdote, que se acercó conmigo una hermana religiosa, con un rostro luminoso y brillante, y me dijo, padre, he recibido una gracia, y le ruego pueda confesarme. Hasta ese momento yo había entendido, que cuando uno iba a confesarse, iba apenado, con la cara de vergüenza y el corazón apachurrado. Pero a partir de ahí, entendí que era también una gracia. No solo sentir dolor de los pecados cometidos, cosa que ya es bastante! Sino también un nuevo impulso para acercarse más a Dios. El haber descubierto apenas, o de nueva cuenta, una manera para corregir una falla o un error anquilosado. El vislumbrar un nuevo camino para regresar a Dios, luego de transitar por caminos equivocados. O sentir de repente el coraje para abandonar conductas o personas impropias, para no desviarse ni...

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Luces para vivir el tiempo que sigue al año de la misericordia…

  Ante los muros que cierran el alma y endurecen el corazón, no nos dejemos robar la fraternidad, ni la capacidad de abrirnos a relaciones nuevas en Jesucristo (EG 92); Ante el vacío y la confusión, no perder la lucidez y la razón.  Ante el relativismo que agota el alma y socava todos los valores, no perder la paciencia, la fortaleza y la perseverancia. Ante una vida sin aliento y sin sentido, una vivencia tonificante y plena. Ante la cultura del descarte que aniquila al hombre, no perder la capacidad de ternura, fraternidad y respeto por cada ser humano sobre la tierra. Ante el rigorismo, la compasión, la benevolencia y el perdón. Ante las diatribas y los insultos, el testimonio de serenidad y diálogo.   Ante el rechazo del cristianismo, no la elocuencia, sino la grandeza del alma Ante...

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Una Anécdota para cerrar con broche de oro el año de la misericordia.

  Esta es la historia de tres abejas… Un cierto día, tres señoras abejas, platicaban reposadamente sobre un abedul, abajo del cual descansaba plácidamente un buen hombre, recostado después de haber terminado las faenas del campo. En eso, las tres advierten que peligrosamente se acerca una serpiente, con el ánimo decidido de lanzarse venenosamente contra el pobre campesino. La primera abejita, se acomodó afianzadamente en un hueco del tronco principal para no caerse, y así poder contemplar como terminaba aquella trepidante escena; la segunda, toda alarmada, exclamó un «Ay» de dolor y lanzó un lastimoso quejido de lamento, quedándose completamente paralizada por el terror; la tercera, sin pensarlo si quiera, se abalanzó volando a toda velocidad, logrando alcanzar la punta de la nariz de aquel hombre, y con toda la fuerza de su aguijón, le dio tan grande picotazo,...

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