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Anécdotas

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Una mirada diferente a Judas Iscariote.

Posted by on Abr 17, 2017 in ANECDOTAS | 0 comments

  Recuerdo cuando de niños salíamos juntos a correr por el campo, ah, cómo nos divertíamos, explorábamos los montes, trepábamos árboles y escalábamos montañas; juntos pescábamos a la orilla del lago, cómo nos fiábamos el uno del otro, no había secretos entre nosotros, nos queríamos mucho, platicábamos muy profundo en esas largas tardes de la vida, reíamos, y agradecíamos a Dios el hermoso don de la amistad. Un día, al paso de varios años, salí a caminar a las afueras del pueblo por entre los huertos, ya iba cayendo la tarde, solitaria y sombría, con la penumbra cerca. De repente, algo rompió el silencio que me envolvía, y oí unos pasos que me alarmaron, de súbito llegó la noche, ruidos raros, voces extrañas, me atraparon el miedo y la angustia, presentimientos, gente encapuchada, sospechosa, no supe qué hacer. Pero luego, al mirar con detalle, una luz apareció, era mi amigo, por quien todo daba, y desapareció el temor, todo estaría bien, con él nada malo pasaría. Pero se acercó, y, no sabría decirlo, era diferente, su semblante, su mirada esquiva, vacía, sus ojos distantes, su beso extraño, su corazón frío, su alma perdida, sin aliento, como muerta y, no viene sólo, alguien camina tras él, viene gente con sogas, armas, palos, odio, rencor, muerte, su sonrisa ya no es la misma, hay muecas hilarantes, ironía, sarcasmo. Ha dejado de ser él mismo, no lo reconozco ya, es un extraño, un intruso, me jalan, me avientan, me aprehenden, me esposan, me llevan, ¿dónde está él? ¿Ha huido? Ha renunciado a ser mi amigo. Ya no lo tendré más, ya no estará conmigo, pero ¿cómo detenerlo? ¿Cómo amarlo? ¿Cómo perdonarlo? Lo llamo, le grito: ¡Judas! No te vayas… yo seguiré siendo tu amigo.   +Alfonso Miranda Guardiola ...

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Quién puede hospedar a unos migrantes por un día?

Posted by on Dic 30, 2016 in ANECDOTAS, CRONICAS | 0 comments

Esa noche, casi al finalizar la misa de la fiesta de la Sagrada Familia, unos muchachos del grupo juvenil se acercaron conmigo al altar, para preguntarme si podían dar un aviso importante. A lo que les respondí que sí, como era acostumbrado. Después de un momento y antes de la oración final, el muchacho comenzó a decir, que afuera de la Iglesia se encontraban unos hermanos migrantes, que no habían podido cruzar la frontera, y ahora se regresaban a su casa en Honduras. No pedían dinero, ya tenían lo del pasaje del autobús que los acercaría a su tierra, sólo les faltaba, un lugar para pasar la noche, ya que mañana muy temprano partirían a su hogar. Y preguntaba si había alguna familia, de entre las presentes, que tuviera un cuartito, para hospedarlos por una noche, Después de decir este aviso a toda la comunidad en pleno, se escuchó un silencio que duró un momento eterno, en eso, y después de dudar yo un instante, una señora de la última banca de la Iglesia, levantó la mano, y dijo que ella los recibiría. Yo le agradecí el gesto, y le pedí que pasara al frente, era la señora Lupita, que ese mismo día, acababa de recibir la tarjeta de la Iglesia por su cumpleaños, y le dije que ahí estaban la familia que recibiría en su casa, a quienes también pedí que pasaran. Después de algunos momentos, una hermosa figura de porcelana de los peregrinos José Y María, cargada por los muchachos, entraba a la Iglesia. No es poco decir, la enorme conmoción que este evento provocó: admiración, alegría, lágrimas no sólo ella, sino en toda la comunidad, y también la tristeza de algunos que quisieron recibirlos, pero que al final, se tardaron en hablar o no se decidieron. Lupita emocionada y bañada en lágrimas, contó, que esa noche pasaría su cumpleaños sola en casa, pues su hijo se encontraba muy lejos, por lo que no dudó en recibirlos, y hasta ya había pensado, que les iba a dar de cenar. Ahora se daba cuenta, que no estaba sola, que Dios mismo estaba con ella, y que cenaría y pasaría con ella su cumpleaños. Conmovidos, le entregamos a los peregrinos, y toda la comunidad se acercó a ella, para felicitarla, abrazarla y agradecerle el hermoso gesto que nos había regalado. Una hermosa lágrima más rodó sobre sus mejillas, cuando se dio cuenta, que no sólo se quedarían esa noche, en su casa, sino que pasaban, a partir de ese momento, a ser parte de su familia. +Alfonso Miranda...

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Vista a Nueva York, a la misa de la fiesta de la Virgen de Guadalupe con los migrantes

Posted by on Dic 19, 2016 in ANECDOTAS | 0 comments

Conocí a un sacerdote, mientras estudiaba en la Universidad Pontificia de México, allá por los años 90s. Era un presbítero de mediana edad, de unos 43 años, que en ese tiempo se batía en lucha por alcanzar dos objetivos, terminar un doctorado en filosofía, y dominar un cáncer de intestinos que lo asediaba. Ejemplar sin duda era ese sacerdote, el caballero le llamábamos, por su figura delgada, pero sobre todo, porque siempre nos llamaba así. Nos ponía ejemplo con su disciplina para ingerir limpios y muy escogidos alimentos, a nosotros los seminaristas de ese tiempo, que comíamos en el mercado de enfrente, tacos, tortas, garnachas y todo lo que se nos pusiera enfrente; y por su dedicación para el estudio, a nosotros, que más terminábamos de comer, y corríamos a la cancha de basquet, a jugar buena parte de la tarde.  Durante esos años en que coincidimos, lo invitábamos a celebrar algunas de nuestras misas de grupo, y varias veces me confesé con él. Pasó el tiempo, y este sacerdote, logró obtener su doctorado, pero ya no volví a saber de él. Durante algunos años sin éxito lo busqué. A algunos compañeros de aquella época, que en el camino de la vida me encontraba, les preguntaba, pero nadie sabía dar cuenta de él, era como si se lo hubiera tragado la tierra. Voy regresando de un viaje exprés a Nueva York, donde fui invitado para celebrar misa en la solemnidad de santa María de Guadalupe, en la catedral de san Patrick, para hacer más cercana a la Iglesia mexicana, con la comunidad hispana que habita aquellas tierras hermanas. El sacerdote que me invitó, me pidió también que si podía ir a su parroquia, en el mismo barrio de Manhattan, pues está dedicada a la Virgen de Guadalupe. Aunque iba a llegar raspando, acepté celebrar esa noche del 11 de diciembre del 2016.  Este domingo pasado llegué a Nueva York, a eso de las 4:30 de la tarde, y la primera misa estaba programada para las 8:00 de la noche (Estábamos todavía a hora y media de camino). El chofer que fue por mi, me dijo que el padre me estaría esperando (supuse que para comer, porque no me lo mencionaba, y traía yo un hambre espantosa. Había salido a las 9:00 de la mañana de Monterrey).  Total que llegamos a la parroquia, dedicada a la Morenita del Tepeyac. Entramos al pequeño y precioso templo, bellamente adornado de flores, y con la gente entrando por todas partes, llevando sus alegrías y sus penas, para ofrecerlas a su consoladora Madre.  Y después de ahí, luego luego me llevaron al comedor parroquial (yo creo que escucharon que mis tripas venían rugiendo). Entramos, y estaba vacío, eso sí, la mesa larga, bien preparada y dispuesta para comer. Entraron primero unas cocineras, y detrás de ellas, una figura delgada y sencilla, risueña, con los ojos llenos de luz y una calvicie acendrada por los años, era el padre Salvador Rubio, aquel excelso sacerdote, que yo había dejado de ver, 20 años atrás…. El caldito de res, no me sirvió ni pa’l arranque, pronto me eché el platito de ensalada y di cuenta de la paella de mariscos que me sirvieron. Eso sí con un exquisito vino rosado, servido en dignas copas. Pero como de costumbre,...

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¿Que no deberías venir con la cara triste y cabizbaja a confesarte?

Posted by on Dic 5, 2016 in ANECDOTAS | 0 comments

Recuerdo hace muchos años, recién ordenado sacerdote, que se acercó conmigo una hermana religiosa, con un rostro luminoso y brillante, y me dijo, padre, he recibido una gracia, y le ruego pueda confesarme. Hasta ese momento yo había entendido, que cuando uno iba a confesarse, iba apenado, con la cara de vergüenza y el corazón apachurrado. Pero a partir de ahí, entendí que era también una gracia. No solo sentir dolor de los pecados cometidos, cosa que ya es bastante! Sino también un nuevo impulso para acercarse más a Dios. El haber descubierto apenas, o de nueva cuenta, una manera para corregir una falla o un error anquilosado. El vislumbrar un nuevo camino para regresar a Dios, luego de transitar por caminos equivocados. O sentir de repente el coraje para abandonar conductas o personas impropias, para no desviarse ni alejarse de Dios. Todo esto es gracia y es motivo de alegría. Desde entonces sigo pidiéndole a Dios me dé, de todas estas gracias mencionadas, para convertirme y llenarme más de él. Aunque debo admitir que todavía no se me quita la cara de vergüenza cada vez que voy a confesarme! Esa monjita sin duda era una santa, a mi todavía me falta un buen. Nos vemos en misa, no me fallen! +Alfonso Miranda...

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