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Una Anécdota para cerrar con broche de oro el año de la misericordia.

  Esta es la historia de tres abejas… Un cierto día, tres señoras abejas, platicaban reposadamente sobre un abedul, abajo del cual descansaba plácidamente un buen hombre, recostado después de haber terminado las faenas del campo. En eso, las tres advierten que peligrosamente se acerca una serpiente, con el ánimo decidido de lanzarse venenosamente contra el pobre campesino. La primera abejita, se acomodó afianzadamente en un hueco del tronco principal para no caerse, y así poder contemplar como terminaba aquella trepidante escena; la segunda, toda alarmada, exclamó un «Ay» de dolor y lanzó un lastimoso quejido de lamento, quedándose completamente paralizada por el terror; la tercera, sin pensarlo si quiera, se abalanzó volando a toda velocidad, logrando alcanzar la punta de la nariz de aquel hombre, y con toda la fuerza de su aguijón, le dio tan grande picotazo,...

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– Háblame de tú, porque me conociste de palo.

– Háblame de tú, porque me conociste de palo. Le dijo el recién nombrado obispo a su viejo amigo sacerdote. – Pero, ¿qué quieres decir con eso? Sorprendido le preguntó. – Ah, no lo sabes? Te cuento la historia: Una vez estaba un humilde señor, de manos callosas, con su overol y de pie, hablándole al hermoso Cristo de la Iglesia: – Ándale, dame este favor que te pido, que lo necesito, ya ves que he venido muchas veces a verte, y todavía no me lo has dado. Y le insistía, sin quitarle la vista, con esas y otras palabras parecidas. – Pero, ¿porqué le hablas así, al Cristo? – Lo sorprendió el sacristán, – No seas tan igualado, dile mi amo o mi Señor. A lo que el hombre, de zapatos viejos y llenos de aserrín, apenado respondió:...

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Una madrina todo poderosa!

– ¿Qué obispo quiere apadrinar a esta hermana? – Preguntó el cardenal moderador de ese grupo lingüístico, que sesionaba dentro del Sínodo de la Familia en octubre del 2015 en Roma, después de que la hermana se había atrevido a levantar la mano para proponer un modo, esto es, un cambio a ser propuesto en el documento oficial de trabajo del Sínodo. – Yo la apadrino madre, – dijo un obispo de la mesa de enfrente, aunque la verdad, no faltaron obispos bien dispuestos, a respaldarla con tal de que pudiera proponer su modo. – La madre Bertha María, de mirada franca y palabra directa, terciaria capuchina de la Sagrada Familia, de Costa Rica, y miembro de la Unión Internacional de Superioras Generales, como que no se quedó muy contenta, pero, de cualquier forma pronunció su idea, la cual...

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Sólo un policía llegó a misa…

Ese día, cosa rara, había llegado yo temprano al campo de los policías, y como era domingo de ramos, sabía que era difícil que los policías asistieran a misa. Durante Semana Santa salen a custodiar las carreteras y cuidar el orden en plazas y centros por vacaciones. Sin embargo, después de aguardar algunos minutos, un joven policía se acercó, con la clara intención de participar en la celebración. El tiempo pasaba, pidió un ramo, pensé, denle hermanas, el más pequeño para que no se burlen sus compañeros, pidió el más grande. Se hacía tarde, nadie más llegaba, había que empezar la misa. Lo llamamos, él, solo, mostrando su temple y gallardía, se acerca al altar, sin temor al qué dirán, en el enorme patio que divide el comedor, la comandancia y la enfermería, seguro de sí mismo, y comenzamos...

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Una persona que se conmueve ante Dios transforma a su comunidad, y contagia con su sensibilidad a todo el mundo.

Recuerdo hace algunos años, cuando fui a unos ejercicios espirituales para laicos y sacerdotes en Casa Indigo, en Torreón, que me llamó mucho la atención la manera de comulgar de una dama, cómo se conmovía cada vez que se acercaba a comulgar, se detenía unos instantes, se acercaba la mano a la barbilla, como no queriendo que su boca tropezara con la mano del sacerdote, que llevaba la hostia, como respetando, cuidando hasta el extremo, como con una especie de estupor, como dice la Biblia, como quiere el Papa, era algo que me estremecía, sólo de verla cómo recibía a Jesús sacramentado. “Detente, quítate las sandalias, ante el suelo sagrado que está frente a ti, porque es tu hermano”. Cfr. EG 169. Si pudiéramos también nosotros conmovernos, ante el otro que se acerca, o ante quien nos acercamos, o...

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El padre Ermes y el Papa Francisco bebían de la misma fuente, del corazón amoroso y misericordioso de Dios

Les comparto una gracia recibida. Corría el año del 2007, cuando tuve la oportunidad de ir a Roma por primera vez. Por aquella época, quería encontrar yo un libro de homilías, que hablara sobre la belleza de Dios, que era la espiritualidad que estaba viviendo en mi interior. Por lo que yendo a la librería las Paulinas, cerca del Vaticano, busqué, pregunté, hasta que di con un libro, que llevaba por título: “Tu belleza quiero cantar, Señor”, cuyo autor era el religioso siervo de María, Ermes María Ronchi. Lo compré y me lo traje a México, y a partir de ahí, ese texto se convirtió en mi libro de cabecera, y me gustó tanto, que me puse a buscar los demás libros de ese autor, correspondientes a los ciclos A y B, que me faltaban para completar la colección....

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